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Kimi era feliz, simplemente, con los mimos de sus dueños. Pero un día a este simpático Caniche Toy, lo tocó la varita mágica, esa que confirma aquello de que la vida siempre nos sorprende y nos lleva por caminos insospechados.

Ni a él ni a su familia humana, se les había cruzado la idea de pisar las tablas, actuar en la lírica, ni mucho menos pasar a la historia, con un evento tan importante para nuestra ciudad, y para la lírica.

Ocurre que Kimi, mientras viajaba despreocupado en un bolsito, fue atentamente observado y recibió la propuesta para actuar en La Boheme de Puccini, Ópera que se ofreció para la reapertura del teatro Colón en Buenos Aires, dentro de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo.

Su dueño, en el video, cuenta las divertidas alternativas que llevaron al perrito a ese lugar, al que todos los artistas desean llegar: El Colón


Le doy las gracias al Licenciado Carlos Alberto Martínez, por dejarme grabarlo.




Aquí: parte del Sdo Acto de La Bohème. A disfrutarlo.


Soy dadora de sangre desde el 93, en que a los alérgicos nos aceptaron a pesar de los antígenos.

Desde hace un tiempo, estoy apuntada a un grupo, que dona para hospitales de Capital. Cada donante lo es de uno en especial, a mí me toca el del quemado. De esta forma se trabaja para que haya stock, y que no debe cada paciente salir a los medios a tocar corazones.

Quienes organizan esta tarea humanitaria son personas mayores, se relacionan con la Obra social de Jubilados, PAMI.

Y, como son mayores, conservan ciertos rasgos de urbanidad que solían hacer la vida más sana.

Son educados, tienen clase. Están en el detalle. Y practican algo desaparecido: el dar las gracias.

No por la sangre, la sangre no se agradece. Se reconoce el tiempo invertido que se saca de otro lado donde también es necesario; la buena voluntad; la capacidad de postergarse en pos de la necesidad del semejante, ¡Vamos! la solidaridad...

En fin, eso de agradecer es cosa de viejos… pensarán algunos.

Son tan correctos, que cuando llega el cumple de un donante, le mandan una cartita, lo llaman por teléfono.

Por los festejos del 25, unas señoras habilidosas de las que conforman el equipo, armaron pequeños telares, y diseñaron unas tarjetas... tan hermosas que la que recibí la voy a enmarcar.

Tiene la grandeza de la patria en su fondo dorado, la humildad del pueblo en una arpillera, y la bandera, hecha hilo a hilo, por unas manos generosas. Están ahí todos los componentes de lo que debería ser la patria…. Porque la patria, al final de cuentas somos nosotros.

Si no lo hacen, consideren la posibilidad de convertirse en donantes.
Uno da un pedacito de la propia vida para ayudar a que otro siga viviendo.
No duele, es seguro e ireemplazable.

Con motivo de la conmemoración de los 200 años de los primeros intentos de emancipación de los pueblos americanos que han dado lugar a múltiples eventos, este grupo de amigas y escritoras, ha decidido homenajear a las que no escucha que se nombren en los discursos oficiales. Aquellas mujeres, que ni un paso atrás ni uno adelante, sino que juntos, codo a codo con sus maridos, sus amantes, hijos, hermanos, o por convicción, ayudaron a que años después se consiguiera la ansiada independencia. O como dicen los que saben: Sin las mujeres, América nunca hubiera alcanzado su libertad.
Cuando el último de sus camaradas en las Guerras de la Independencia murió, el recuerdo de María Remedios, se perdió, salvo para unos pocos historiadores.

Es verdad, que ella no esperaría otra cosa, cuando sus contemporáneos habían sido tan ingratos.

Concluidos sus servicios, no se la considero digna de entrar a la historia a esa negra testaruda, temeraria, que se jugaba el pellejo con alegría si de defender sus ideales se trataba.
Es que la historiografía argentina no fue pródiga a la hora de reconocer a las mujeres que ayudaron a construir la patria, salvo que se tratara de damas aristocráticas. María Remedios, por el contrario, era pobre, pero tan imbuida por las ideas de mayo, que al mes del pronunciamiento, ya se había apuntado en el Ejército del Norte al que arrastró a hijos y marido.
Combatió en las batallas de Desaguadero, Tucumán, Salta, Vilcapugio y en Ayohuma donde fue herida de bala y cayó prisionera de los realistas. Presa y enferma organizó la fuga de varios oficiales patriotas, pero fue descubierta y castigada.
Por nueve días la azotaron públicamente. Remedios no se rindió, huyó para continuar combatiendo.
Cuando terminó la guerra tenía grado de Capitana y estaba sola en el mundo, todos los suyos habían muerto en las acciones.
Cuenta Carlos Ibarguren, que años después de la Independencia, una anciana encorvada, desdentada, frecuentaba los atrios de San Francisco, Santo Domingo y San Ignacio. Se la veía también en la Plaza de la Victoria ofreciendo pastelitos o tortas fritas, o en ocasiones mendigando por el amor de Dios.
Llegaba de lejos, de la zona donde comenzaban las quintas, por donde tenía un rancho; para asegurarse las sobras de los conventos de las que se alimentaba.
Sin saber porqué, la llamaban “la capitana” y cuando la anciana mostraba sus brazos zurcidos por cicatrices, y contaba que las había recibido en la guerra por la Independencia los que la oían sentían compasión por su senectud y locura.
Así trascurrían inviernos y veranos, hasta que cierto día el general Viamonte, que había sido compañero de armas de Remedios, topó con la anciana.
- Pero si es “la capitana”, “la madre de la Patria”, la misma que nos acompañó al Alto Perú- Se dijo.
La mendiga le contó cuantas veces había golpeado a su puerta en busca de socorro y, como en cada ocasión la habían espantado por pordiosera.
Viamonte, como diputado, solicitó para ella, en septiembre del 27, una pensión por sus servicios en la guerra emancipadora.
El 11 de octubre la Comisión de Peticiones dijo haber “examinado la solicitud de doña María Remedios del Valle por los importantes servicios rendidos a la Patria, pues no tiene absolutamente de que subsistir”. Consideraban la justicia del reclamo pero tenían temas más importantes que atender.
En julio de 1828, Viamonte consiguió que la legislatura volviera a tratar la petición. Algunos diputados objetaron. Entonces tomó la palabra:

Yo conocí a esta mujer en el Alto Perú y la conozco aquí; ella pide ahora limosna… Esta mujer es realmente una benemérita. Ella ha seguido al Ejército de la Patria desde el año 1810, no hay acción en la que no se haya encontrado en el Perú. Era conocida desde el primer general hasta el último oficial en todo el ejército. Ella es bien digna de ser atendida porque presenta su cuerpo lleno de heridas de balas y lleno además de cicatrices de azotes recibidos de los españoles enemigos, y no se la debe dejar pedir limosna como lo hace

Movido por las palabras de Viamonte, el diputado Silveyra exclamó: “Esta infeliz es una heroína, y si no fuera por su condición de humilde, se habría hecho célebre en todo el mundo
Pese a los alegatos, la diputación se enfrascó en una discusión bizantina: la pensión debía pagarla La Nación o la Provincia?
Indignado, Tomás de Anchorena intervino:

Yo me hallaba de secretario del general Belgrano cuando esta mujer estaba en el ejército, y no había acción en la que ella pudiera tomar parte que no la tomase, y en unos términos que podía ponerse en competencia con el soldado más valiente; era la admiración del General, de los oficiales y de todos cuantos acompañaban al ejército. Ella en medio de ese valor tenía una virtud a toda prueba y presentaré un hecho que la manifiesta: El General Belgrano, creo que ha sido el general más riguroso, no permitió que siguiese ninguna mujer al ejercito; y esta María Remedios del Valle era la única que tenía facultad para seguirlo”….” Ella era el paño de lágrimas, sin el menor interés de jefes y oficiales. Yo los he oído a todos a voz pública, hacer elogios de esta mujer por esa oficiosidad y caridad con que cuidaba a los hombres en la desgracia y miseria en que quedaban después de una acción de guerra: sin piernas unos, y otros sin brazos, sin tener auxilios ni recursos para remediar sus dolencias. De esta clase era esta mujer. Sino me engaño el General Belgrano le dio el título de Capitán del Ejército. No tengo presente si fue en el Tucumán o en Salta, que después de esa sangrienta acción en que entre muertos y heridos quedaron 700 hombres sobre el campo, oí al mismo Belgrano ponderar la oficiosidad y el esmero de esta mujer en asistir a todos los heridos que ella podía socorrer… Una mujer tan singular como esta entre nosotros debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano, y a donde quiera que vaya debía ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a una general; porque véase cuanto se realza el mérito de esta mujer en su misma clase respecto a otra superior, porque precisamente esta misma calidad es la que más la recomienda
La sala conmovida le concedió el sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería.
Remedios jamás cobró su pensión, ya que el ejecutivo sepultó el expediente.
“Entre tanto se donaba al gobernador Dorrego la suma de cien mil pesos en señal de gratitud por los importantes y distinguidos servicios que acababa de prestar a la República (la paz con el Brasil), donativo que fue aceptado por el gobernador, como prueba de la generosidad con que el gran pueblo de Buenos Aires está siempre dispuesto a recompensar aún los más pequeños servicios de sus hijos.”
María Remedios murió en 1847 en la indigencia y el olvido.
Cuando el presidente del Consejo de Educación, Dr. Octavio Pico, leyó el artículo de Ibarguren, se sintió tan conmovido, dió a una calle el nombre de la invencible guerrera.


Podés leer los trabajos sobre mujeres en el bicentenario en:

http://lamiradadeuntero.blogspot.com
http://abril7.blogspot.com/



Ayer, Laura Ojeda, me entrevistó por radio, interesada en el tema amoroso de Mariquita Sánchez de Thompson.
Personaje interesante, es verdad, por el coraje con que condujo su existencia.

Pero lo suculento, lo verdaderamente interesante de la cuestión, fue que ella abrió su programa con una reflexión sobre la postura que los argentinos estamos tomando frente al bicentenario. Según parece, somos incapaces de despegarnos del aquí y del ahora, y, celebrar su significación histórica.

En una entrevista, anterior a la mía, se habló de los festejos de 1910, sin mencionar, que más allá del oropel, esa celebración no fue homogénea, como tampoco lo será esta, ni la de los 300, ni de los 400 años.

Los argentinos de entonces, se enfrentaron a la conmemoración parados exactamente sobre sus realidades.

Un sector de la población festejó el ruido, la llegada de los visitantes del exterior, la publicidad política. Y otro, el sector obrero, protestó por la enorme crisis que venía sufriendo. Sus manifestaciones fueron reprimidas, se cerraron los diarios socialistas y anarquistas. Pagaron con sangre, cárcel y deportaciones, pretender que el mundo conociera la “Ley de Residencia de 1902”, entre otras injusticias.

Así, que luego de hablar sobre los amores y desencuentros, creí oportuno, comentar este tópico. Para que no nos creamos que el pensamiento y las acciones deben ser monolíticos, ni para un lado, ni para el otro.

Es imposible creer que la ciudadanía, pueda enfrentarse a un hecho político, tan trascendental como la Revolución de Mayo, el primer paso hacia nuestra emancipación, libre de ideología.

Basta de ingenuidades, ¿En que se basa la suposición de un festejo nacional, independiente de las determinaciones económicas que afectan a cada ciudadano?

¿Será el mismo bicentenario, el que encuentre al argentino del privilegio, ese que va a aprovechar el fin de semana largo para hacer turismo por algunos de nuestros hermosos paisajes, que para aquél otro que no sabrá con que tapar el hambre de sus hijos?

El señor que encuadra en ese 30% que mamó y mamá del injusto reparto del PBI,(que tiene la veleta fija), mientras disfruta de una trucha, recordará al Belgrano que se despojó de todos sus bienes, a favor de la lucha independentista?
¿Celebrará al San Martín que confiscó las joyas de las damas mendocinas, para auxiliar al ejército emancipador a cruzar los Andes?

Y si llueve y hace frío, los miles de argentinos que viven a la intemperie, sobre los dinteles de la Biblioteca del Congreso, bajo las recovas a metros de la Casa Rosada, en los parques y plazas, tendrán la posibilidad de meditar sobre la prédica Morenista?

Podrán los jubilados asistir a un acto y descansar sus años frente a un cafecito, como ha sido nuestra tradición desde que tenemos memoria, o estarán contando sus paupérrimos haberes, con los mal comen y mal viven.

Nuestros pueblos indígenas, arrinconados, hambreados, enfermos, olvidados, desesperados por lo que se permite hacer con el medio ambiente del cual depende su subsistencia; ¿Sentirán el 25 como el porteño medio?

Es más… ¿los argentinos, conocemos el pensamiento de aquellos héroes? Sabemos exactamente que se conmemora? Porque estoy harta de oír que es el bicentenario de nuestra independencia…

¡Dios!

Igual a los cartelitos que se pegan en las panaderías, diciendo que el 25 de mayo es el día el pastelito…

Los hechos del pasado se recuerdan por la permanencia de sus efectos. Belgrano, Castelli, San Martín, Bolivar, Sucre, lucharon por nuestra libertad.

Seamos libres, entonces, a la hora de recordar y de tomar conciencia.


¡Vivan aquellos hombres de hace 200 años, que dejaron comodidades y vanidades a un lado!
!Hagámonos cargo de su legado de soberanía!