Concluyó esta tarde un proceso que obligó a cada porteño a optar entre sus simpatías ideológicas, viejas fidelidades, respetos y las pautas éticas que rigen a cada cual.
Se llevó a cabo el juicio político al Dr. Ibarra, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por el incendio del boliche (disco) Cromañón, el 30/12/04, donde murieron 194 chicos y más de 1000 quedaron con secuelas físicas y psíquicas.
El cargo, para resumirlo, fue por negligencia. Las investigaciones demostraron el Viva la Pepa del gobierno, y el desinterés hacia los temas de corrupción.
El Dr. Ibarra fue destituido de su cargo.

La sociedad estaba muy dividida. En primer lugar porque Ibarra es un hombre progresista, y decente. Siendo muy joven, se desempeñó como fiscal, en el Juicio a las juntas militares por los crímenes de lesa humanidad. Es un símbolo.
Los porteños nos encontramos entre dos fuegos, sabíamos que Ibarra había actuado con indolencia, pero que la derecha, aprovechó el reclamo de los padres de las víctimas, para dar un golpe político en el gobierno de la ciudad.
Hubo que definirse, fue extraordinariamente complicado optar. Algunos consideramos, que dado que Ibarra representaba nuestras ideas, debíamos exigirle en consecuencia.
Una diputada en el discurso con el que justificaba su voto, dijo algo esencial, que no por ser un amigo, se podía eludir buscar al responsable de la ausencia de estado. Esa mujer votó contra un antiguo camarada. Quizás haya definido su voto por presiones, nunca se sabe en la casta política, pero así, recortado, es un ejemplo de ética.
De esa tan devaluada que se la vende por moneditas, que a tan pocos importa, que muchos no saben que cosa es, en esta sociedad banal del “todo vale”.
Ya lo decía el gran Discépolo:
Los porteños nos encontramos entre dos fuegos, sabíamos que Ibarra había actuado con indolencia, pero que la derecha, aprovechó el reclamo de los padres de las víctimas, para dar un golpe político en el gobierno de la ciudad.
Hubo que definirse, fue extraordinariamente complicado optar. Algunos consideramos, que dado que Ibarra representaba nuestras ideas, debíamos exigirle en consecuencia.
Una diputada en el discurso con el que justificaba su voto, dijo algo esencial, que no por ser un amigo, se podía eludir buscar al responsable de la ausencia de estado. Esa mujer votó contra un antiguo camarada. Quizás haya definido su voto por presiones, nunca se sabe en la casta política, pero así, recortado, es un ejemplo de ética.
De esa tan devaluada que se la vende por moneditas, que a tan pocos importa, que muchos no saben que cosa es, en esta sociedad banal del “todo vale”.
Ya lo decía el gran Discépolo:
¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...¡
Ignorante, sabio o chorro(1),
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...(1) ladrón
Pero mañana al levantarnos y mirarnos al espejo, no sentiremos asco por nosotros mismos.