Según el prestigioso novelista Pascal Quignard, desde los tiempos de Proust ya no hay quien escriba desde los sentidos.
Mr. Pascal, a Ud., que es un maravilloso escritor, le presento a Lady Zuricat, que además de acariciarme el alma, pensando en mí fuera de los monitores, describió así a mi amado té del Cáucaso:
"Hoy empecé mi DIA recordándote. Tenia tiempo y me detuve en un local que solo vende tes del mundo. Pedir café era un sacrilegio: de modo que pedí un te energizante algo que me levantara como una grúa. Tes negros, recomendaron. Había te ahumado del Cáucaso! Eso te trajo a mi memoria. Pedí, uno, trajeron la tetera, 3 vueltas del reloj fueron las indicaciones. A la segunda vuelta el aroma a humo, delicioso se colaba, me lo serví y cerré los ojos y por un momento el humo pareció transportarme, vi tigres, escuche lejanos trompetazos de elefantes, el viento aullante y centauros a caballo a toda velocidad que quedaron galopando en mi sangre... El aroma suave a ahumado perduro aun después del almuerzo y vaya si quedaron tigres y centauros en mi sangre que en menos de dos horas ya me había recompuesto de que me olvidaran como una maleta y estaba regodeándome con un libro... "
Para que compruebe Ud., mi distingo Quignard, que aún inspiran los sentidos.
Mr. Pascal, a Ud., que es un maravilloso escritor, le presento a Lady Zuricat, que además de acariciarme el alma, pensando en mí fuera de los monitores, describió así a mi amado té del Cáucaso:
"Hoy empecé mi DIA recordándote. Tenia tiempo y me detuve en un local que solo vende tes del mundo. Pedir café era un sacrilegio: de modo que pedí un te energizante algo que me levantara como una grúa. Tes negros, recomendaron. Había te ahumado del Cáucaso! Eso te trajo a mi memoria. Pedí, uno, trajeron la tetera, 3 vueltas del reloj fueron las indicaciones. A la segunda vuelta el aroma a humo, delicioso se colaba, me lo serví y cerré los ojos y por un momento el humo pareció transportarme, vi tigres, escuche lejanos trompetazos de elefantes, el viento aullante y centauros a caballo a toda velocidad que quedaron galopando en mi sangre... El aroma suave a ahumado perduro aun después del almuerzo y vaya si quedaron tigres y centauros en mi sangre que en menos de dos horas ya me había recompuesto de que me olvidaran como una maleta y estaba regodeándome con un libro... "
Para que compruebe Ud., mi distingo Quignard, que aún inspiran los sentidos.