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Acuarela: Syd


(Perdón por un post tan largo)

Hay cuestiones que me enojan muchísimo.
Una, es la manipulación de la opinión pública, el accionar artero de malintencionados, relacionados a intereses económicos y políticos, que nos soban el lomo, logrando que echemos fuera, lo peor que tenemos: el enano fascista, que nos llena la boca con opiniones extremas, “sentencia moral y orden de ejecución”.

En los últimos días vengo leyendo, uno tras otros, post sobre la violencia contra la mujer, “violencia machista”, la llaman en España. Aunque es un complejo tema de salud, casi todo el mundo habla de él, basándose en la exposición utilitarista y unilateral, que hacen los medios informativos, para incrementar sus ganancias.

Todos tenemos derecho a opinar, pero también el de informarnos antes de postear, y el deber ético de tomar distancia de quienes quieren usarnos para su negocio. Ojo al hilo, los posts generan opinión, exacerban ánimos, informan a los menos entendidos. No digo masticar una biblioteca; sí, lo mínimo imprescindible para abordar un fenómeno social: echar un ojo a cada variable.

No reducir la complejidad de la violencia de género a un escupitajo maniqueo.

Y luego de analizada cada variable, ver que posibilidades hay de ayudar a remediar. Porque es ahí donde, los que no trabajamos sobre los casos, debemos poner el acento. En el reclamo de leyes; en que se garanticen las obligaciones ineludibles de la policía cuando se interponen recursos jurídicos; en que haya para la mujer maltratada más que sitios de acogida: garantía de trabajo, de vivienda y psicoterapia, para que pueda reiniciar su vida dignamente. Y que funcionen, es primordial, centros de asistencia psicológica al golpeador, sea, este, hombre o mujer. Porque los hay de ambos géneros…

Me dirán que la relación de fuerza- efecto, comparadas entre ellos y nosotras, no es lo mismo. Pero aún así, hay golpeadores y hay golpeadoras. No se trata de violencia machista, ahí hay un grave error de interpretación.

Por otra parte, la violencia no es sólo física. Hay otra, gravísima, muy frecuente, cotidiana, que destruye sin dejar moretones: “la psicológica”, la permanente desvalorización, la gota de agua que logra quebrar la autoestima, que vuelve al otro vulnerable, dependiente. Y esa, siento decirlo… la ejerce más el sexo femenino que el masculino. Y la ejerce, la mar de las veces, de una forma tan refinada, que casi se asemeja a la protección. Pero claro que ésta no sirve para el noticiero de la noche, siempre la sangre da más rating.

Hablo de analizar las variables. Quienes conocen la patología, saben que a las agredidas lo son por variadísimas razones. Desde las que las que están determinadas por el discurso de lo “femenino-masculino/activo-pasivo/ legislador-legislada”, o carecen de independencia económica, y sin ayuda de la sociedad, no salen del vínculo enfermo; a quienes califican en variadas perversiones.

Consecuentes a la información que se divulga, salvo un post, donde el autor demostró haber buceado en aguas más profundas, en la mayoría, se pinta al hombre como a un monstruo. Ahí tenemos la segunda variable para comprender la violencia de género. El golpeador no es un monstruo aunque despierte nuestra hostilidad. Es también una víctima. Una temprana, porque sufrió malos tratos desde la niñez y la única salida de la que dispone para aliviar sus tensiones emocionales, es repetir el esquema aprendido.

Sin comprensión hacia la patología del golpeador, sin psicoterapia que le permita hacerse cargo de su historia, el círculo no se rompe. Para proteger a la agredida, y a las futuras, es primordial brindar asistencia psicológica al violento.

Sumergirse en la historia de los maltratados es muy triste, sumergirse en la de los golpeadores es terrible.

Y hay más variables: la inestabilidad social, la anomia, la pobreza.

No es un fenómeno sencillo, nunca las respuestas psicológicas son blancas o negras. Entonces, por favor, no repitamos lo del Santo Oficio, no vayamos por ahí colgando sanbenitos y enviando “reos” a la hoguera. Seamos capaces de elevarnos, que el post, que sin lugar a dudas está bien intencionado, aclare los conceptos.


Y hay otra cosa:

Lo que me aterra, de verdad me aterra, es lo egocentricas que nos volvimos las mujeres. El mundo entero pasa por nuestro ombligo. Cien escritos, leídos, en estos días, sobre la violencia contra las féminas, y ni uno, ni uno sobre la que se ejerce contra las criaturas o los ancianos. Que ellos, sí, no tienen defensa.

¿Qué nos pasa a las mujeres, que dejamos de anteponer la proteccion de los críos, que son nuestro deber biológico, psicológico y social?

¿Recuerdan, compañeras de género, que en los tiempos de las cavernas, llevábamos la peor parte, porque escapábamos del mamut, llevando a nuestros chicos a cuestas? ¡Cualquier día íbamos a descuidar una cría…! Cualquier día íbamos a olvidar que ellos son la continuidad de la especie y dependen de nosotras… de los hombres, también, claro, pero si se hacen los distraídos, nosotras no podemos aprovechar y mirar hacia otro lado.

¿Porqué tanto ruido con nuestro sexo y, ni un acento sobre los cientos de chicos que a diario caen en los hospitales con huesitos rotos, con derrames internos, al borde de la muerte; sobre la necesidad de registro de los pediatras, que encuentran un día sí y otro también, signos de tortura sobre los pequeños?

Sigamos preocupadísimas por nuestros ombligos, que descuidando a los chicos de hoy, estamos generando el festín de los golpeadores del mañana.

Lo contrario, claro, ofrece menos titulares, no es rojo ni amarillo, no vende ni suma votos... y, se llama prevención.



Anibal, 8 años, Bolivia


Foto: http://www.boliviahoy.com/modules/news/article.php?storyid=8779