Mostrando entradas con la etiqueta Sandokan. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sandokan. Mostrar todas las entradas

Sandokan, Sandokan...

Publicado por Umma1 febrero 14, 2006 Etiquetas: , , 18 comentarios

Creo que fue un chico solitario, ergo lector, cosa que suele sucedernos en la infancia a los altos.
Vamos como perdidos de las relaciones esperables entre disposición muscular y estatura. Sobrando en torpezas y desajustes a nuestra edad cronológica, a fuerza de los observables desequilibrios, provocamos la imagen de retrasados.
Habrá ayudado también su ciudad natal. Recostada sobre las prolongaciones de la Pampa, con sus trigales, lagunas y zorzales, pero con más humedad, calor y mosquitos.
No era Macondo, pero esos veranos ardientes y esos inviernos lluviosos, fomentaban lo que se presentara.
Su barrio ofrecía el encanto que nos arrebata cuando los atravesamos en tren. Calles tranquilas, arboladas, ideales para los juegos largos, que las escondidas, que el poliladron, que las tardes de carnaval con sus fiestas de agua. En fin, cosas de aquellos tiempos tempranos.
Fue un buen lector de cuanta línea impresa llegaba a sus ojos. Eso lo sé con fundamento, porque lo conocí en la etapa en que el calcetín se había dado vuelta, siendo ya un ingeniero de la palabra aprehendida en tardes y noches de durabilidad elástica.
Hay que hacerse cargo de esos días y de esas siestas. Probablemente porque las madres de entonces eran incapaces de bajarse de su estigma sacrosanto, la única forma que disponían para librarse de los hijos, era obligarnos a dormir la siesta. Tenían recursos efectivos e indiscutibles, con la excusa de protegernos del sol que derretía el pavimento, hicieron de muchos de nosotros obsesos de la literatura. Si esto pasaba en Buenos Aires, donde el movimiento nunca se detenía, es de imaginar en una ciudad de la provincia, desperezándose la modorra continuada del estío.
¿Qué le quedaba a un chico curioso, con los nervios siempre dispuestos al salto, para cubrir las horas muertas?
El escape sigiloso del carcelero, (las madres tenían oído de tísico), el sopor idiota, o participar de las aventuras por otros pergeñadas.
Mi amigo pertenecía, cuando la represión ajustaba el torniquete, a esta última especie. Si a la travesura la restringían con candados, su espíritu volaba sobre todos los océanos.
Sus ojos vivían en la sorpresa, devorando las ediciones amarillas de la colección Robin Hood, o las momificadas de Sopena.
La obsesión iba hasta la playa. Con los charcos encagrejados, la arena gruesa lastimando codos y rodillas, las pestañas pesadas de sílice, ellibro a cuestas.
También parecía cosa de mandinga… Eso de ir a disfrutar enero, bajo la sombra propiciatoria de la Alfonsina que eligió para morir, justo esa playa.
No recuerdo si nos conocimos diciendo “Sandokan”, pero es posible. Porque aunque sepa como late su corazón, quizá un día resulte que somos de papel.
El caso es que Sandokan fue motivo de muchas conversaciones en las que liberábamos sin vergüenza a los chicos que fuimos.
Yo no creo en las coincidencias, por eso no me pasan desapercibidas, y esta es más que llamativa por muy chico que el mundo sea en el presente.
Cierta vez, él discurseaba en un chat inglés, cuando dio con una chica malaya. Puedo imaginar a esa mujer a la que de pronto el hombre seductor se le convierte en un niño, se llena de sonrisas con babas y le suelta
- Qué sabes de Sandokan?
- Qué es eso?
A mi amigo la ilusión se le volvió de piedra.
Ella recordó, medio forzada, que existía un lugar con ese nombre, posiblemente azuzada por la piedad que nos despiertan los varones a los que se les cae la estrella de los Reyes Magos.
Pero de los Tigres de Mompracem no sabía una palabra. Conociendo el embrujo de mi amigo el lector, doy por hecho que ella termino recitando la obra de Salgari de memoria.
Cruzamos después de esa anécdota muchas primaveras, para que ahora, en el flash de una aparición suya, otra malaya le salga al paso.
¿Será cosa del destino?
¿Será que un día la Perla de Labuán, se cruzará en su destino?
¿Será que juntos hallarán aquello que desean encontrar y esperaron desde una tarde de siesta, cuando el amor era cosa de las novelas?
¿Quien lo sabe?, quiero pensar que Mariana, aguarda por él.