
Este post está dedicado al blog Palabras al Viento, porque el encabezado que le escribiera Mahaya, me sedujo desde la primera vez que lo vi.
Tirar una botella al mar, un pedido de auxilio, una metáfora sobre la dificultad de la comunicación humana, sobre la esperanza y el desaliento.
“Querida esposa, te escribo esta nota desde el barco y voy a arrojarla al mar, sólo para ver si te llega. Si esto ocurre, firma este sobre abajo, en el ángulo izquierdo, donde dice: recibido Escribe la fecha y coloca la hora de recepción y tu nombre donde dice firma y cuida bien de este mensaje. Esto es todo por ahora, dulce. Tu esposo”.
Thomas Hugues de 26 años, fechó la carta el 26 de septiembre de 1914. Navegaba alistado en la Armada británica, 12 días después moriría en una trinchera en el frente francés.
En abril de 1999, Steve Gowan, pescaba bacalao en el estuario del Támesis. Al alzar las redes vio una botella de ginebra de cerámica, que limpió ya en su casa. Escuchó que algo se movía adentro, quitó el tapón y dio con un sobre con membrete de la Armada y con el siguiente texto:
“Señor o Señora, chico o muchacha, le estaré muy agradecido si hace llegar esta carta aquí guardada, y se ganará la bendición de este pobre soldado británico en camino hacia el frente. 9/9/1914”
Gowen investigó las señas que Hugues daba. Supo que la destinataria había fallecido, pero la hija de ambos, vivía en Nueva Zelanda. Hasta allí fue a entregarla. Voló 17.700 kms y la entregó en mano, a una emocionada abuela de 87 años, que firmó en el lugar indicado por su padre.
Así el mensaje quedó completado el 17 de mayo de 1999, 85 años después que el soldado enviara su último mensaje de amor.