Mi amigo Jorge, es un inglés estricto a la hora de hacer cumplir sus anticuadas normas. En su casa, no había posibilidad alguna de desacatar sus órdenes.
Por eso, cuando la hija mayor encontró un trabajo en la Patagonia y se marchó, él sospechó que no se iba sola, y un día le cayó de sorpresa, dispuesto a hacerla regresar.
La chica, que vivía con su pareja, cuando vio al padre al abrir la puerta, ante lo irremediable, lo invitó a tomar un té en la cocina.
Jorge me contó, que cuando vio las tacitas ingenuas, los frascos adornados con volados y lacitos en las estanterías, sintió tanta ternura, que regresó sin decir ni mu.
El amor puede más por suerte, genera la comprensión y ésta la dicha.
Hay que ver como chochea con sus tres nietas.