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Yo no soy huinca, capitan
Hace tiempo lo fui
Deje que vuelva para el sur
Dejeme ir alli.
Mi nombre casi lo olvide
Dorotea Bazan
Yo no soy huinca, india soy
Por amor, capitan.
Me falta el aire pampa y el olor
De los ranqueles campamentos
El cobre oscuro de la piel de mi señor
En ese imperio de gramilla
Cuero y sol.
Usted se asombra capitan
Que me quiera volver
Un alarido de malon
Me reclama la piel.
Yo me hice india y ahora estoy
Mas cautiva que ayer
Quiero quedarme en el dolor
De mi gente ranquel.
Me falta el aire pampa y el olor
De los ranqueles campamentos
El cobre oscuro de la piel de mi señor
En ese imperio de gramilla
Cuero y sol.
Quiero quedarme en el dolor
De mi gente ranquel.

 

Era en el tiempo de los malones. El blanco avanzaba por la Pampa, disminuyendo el horizonte del indio, levantando pequeñas fortalezas, hechas con troncos, y en el medio, la torre vigía, que era una construcción primitiva, también de troncos, con una escalera de mano, y un círculo donde se apostaba un soldado a observar la polvareda, y que llamaban mangrullo.
Entre la soldadesca, había un pulpero, que vendía los licores, los rebenques, las galletas; algunas mujeres, esposas de los milicos, o prostitutas, o quien sabe.
Un día el vigía, veía que la pampa entraba en movimiento, se convertía en un océano de polvo, con olas constantes que se acercaban y eran inevitables como la pleamar. Era el malón y la guerra. Peleaban con bravura. Unos con rifles, otros con lanzas; unos porque les obligaban las levas militares, porque a alguien le interesaba sumar hectareas a sus campos, abrir esa nación que apenas tenía nombre hacia el Sur. El otro, porque no sabía de alambradas, ni de notarios, sino de calandrias, de horneros y de ombúes y que esas tierras habrían sido de ellos desde el comienzo de la memoria.
Cuando el indio conquistaba el puesto de avanzada, entraba al fortín, remataba a los soldados, y alzaba a las grupas de sus monturas a mujeres y chicos. Cabalgaban con ellas hasta la toldería y allí quedaban, convertidas en eso que los "huincas" ( blancos), llamaron: las cautivas.
Dorotea Bazan, fue una de aquellas mujeres tomadas prisioneras por los malones.Las blancas se convertían en propiedad de los jefes y la pasaban muy mal al principio, en medio de una cultura muy diferente y porque las indias las odiaban por ese privilegio.

De a poco se iban acostumbrando. Por sobre todas las cosas, parían hijos mestizos. Terminaban comprendiendo que no era más brutal el trato que les daba el salvaje, de aquel que habían recibido de los suyos, los civilizados.


El tiempo les hacía amar a esos compañeros de piel de bronce, que pasaban tantas dificultades y las peleaban día a día.

A veces, el hombre blanco caía por sorpresa sobre una improvisada toldería, hacía una masacre y se llevaba a la grupa de sus caballos a esas desgreñadas blancas, que desesperadas veían alejarse, por segunda vez, todos los afectos que poseían.

La verdad del caso, es que nadie, en la sociedad de los huincas, aceptaba a las cautivas que se recuperaban.

La gente sentía asco por ellas, por el trato carnal que habían tenido con indio.

Generaba miedo que hubieran adquirido esas costumbres tan horribles (aunque nadie podía dar fe acerca de qué costumbres se trataban), así que las reconquistadas, terminaban por las orillas, más sucias y harapientas que en las tolderías, ahogándose entre tanto prejuicio y el dolor de los amores perdidos, allá en las infinitas pampas.

Letra Canción: Felix Luna
Música: Ariel Ramírez