Cuando voy al Archivo, llegando a ese punto en el que Monserrat, aun no enloquece en microcentro, todas las veces, dejo de leer y los ojos se me van por las calles antiguas.
El viernes, en un embotellamiento, reparé en un señor gordo, medio despantalonado, doblado como un acento circunflejo sobre el alfeizar de una ventana, destripando, moneda en mano, una raspadita. Estaba tan concentrado en su tarea menuda, tan indiferente al mundo.
A un metro de él, dos vecinas, charlaban a la puerta de un comercio, una apoyada en una escoba, la otra gesticula tan aparatosamente que provocaba escucharla; ellas también indiferentes a las miradas.
Luego, me detuve a mirar un cafecito que hay en una esquina de la calle Perú, los parroquianos felices bajo el sol inclemente, parloteando como si fuera un domingo.
Me di cuenta que en los antiguos barrios que bordean el río, la vida bulle, es ruidosa, natural, anacrónica quizás, pero ¡Cómo late! Es como un pulso napolitano.
Y, en medio de la naturalidad de ese ritmo, uno y otro yuppie, estirado, frígido, impecable en su traje de diseño, con cara de poker…
Gente de carne… y gente de cera. Debe ser cosa de la suerte que uno nazca de un lado o del otro de la barrera.
8 comentarios:
¿Qué es una raspadita?
Buenos Aires tiene, todavía, esa riqueza barrial que entusiasma por sus personajes, sus olores, sus casas, su vida a flor de piel. Abrazos.
PD Le explicaste a Amelche lo de la raspadita?
Viviendo en un rincón personal de paz y tranquilidad. Casi se saborea así la autentica libertad.
Muchos abrazos
Yo desde luego me apunto a los que charlan como si fuera domingo... Un beso enorme, querida amiga.
FERNANDO: Todavía no. Explícamelo tú mientras, con permiso de la anfitriona.
A veces me encantaria fotografiar esa gente, solo que te ven camara en mano y chau naturalidad, huyen. Son imagenes para atesorar, como cuando vi un magnifico condor volando y me codeaban para que lo fotografie. Hacerlo seria interrumpir el vuelo, dije y por dios que nadie me entendio.
Ahora en cuanto al cafe, fue adobado con datos, libros y esta vez si hasta fotos!!
Gracias, Fernando, por la explicación en mi blog.
Quizás sea necesario estar de tanto en tanto de un lado y del otro, no sólo para ver en perspectivas y ponerse en los zapatos del otro, sino porque también es importante no dejarse molestar por el qué dirán los demás. Algo de indiferencia no es malo, hay que disfrutar, cultivar nuestros silencios, nuestros momentos privados, nuestros instantes simplemente.
Buena entrada. cariños.
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